Muestra de la ilegalidad institucionalizada. River se enojó por la forma en que le llevaron al Cacique Medina. “Andá, peleate con River, y después te contratamos”, lo resumió un directivo a El Observador.Palabra contra palabra. La nueva modalidad de definir las cosas en el fútbol uruguayo. En la asamblea se comprometen a ser solidarios pero a la hora de los hechos se pisan la cabeza. Y claro, como nada está reglamentado, a las palabras parece llevárselas el tiempo. No hay careos. Uno dice una cosa, el otro dice lo contrario. Y marche preso. Hay víctima y victimario.
La incorporación de Rodrigo Mora a Peñarol desnudó la cruda realidad de un fútbol que se rige bajo un intrincado laberinto. La situación no es nueva. En el Apertura los grandes pasaron por arriba a sus colegas. Nacional se pasó arengando que marcó el camino de negociar club a club pero se llevó a Matías Vecino negociando con empresarios y sin hablar con Central. Argumentó que no había otra salida porque los empresarios eran los dueños.
Y Peñarol hizo lo propio con Santiago Silva de Danubio y Jorge Zambrana, el que asumió el riesgo de pedir pase, pese a tener contrato con River. Peñarol acordó su llegada con los representantes.
La historia de Mora es larga. Allá en los inicios de 2011, Defensor Sporting planteó la renovación de su contrato. El jugador era representado por el ex argentino Juan Pablo Sorín, quien siempre se negó al acuerdo. Y llegó lo que todos sospechaban. Se lo llevó. Aterrizó en Benfica. La situación, que no es nueva, generó movimientos en la AUF. En una asamblea de agosto de 2011 los presidentes “acordaron”, sí, hay que ponerlo entre comillas, ser solidarios. El titular violeta, Dante Prato, pidió a los presentes que, mientras su club mantuviera el litigio con Benfica, no contrataran a Mora. Pero Peñarol, que fue el primero que se quemó con leche en estos asuntos cuando Francisco Casal le llevó sin poner un peso a Carlos Bueno, Cristian Rodríguez, Joe Bizera y Sergio Leal, miró para el costado y con el paso de los meses rompió el código y fue por Mora.
Y se armó la revolución. Acusación de un lado, respuesta del otro. Palabra contra palabra y si te he visto ni me acuerdo. “Nosotros siempre hemos sido cuidadosos, siempre hablamos con Defensor. Nosotros no hicimos ningún acuerdo con Sorín, que fue el que indujo a Defensor al error. Hablé con Prato, hablamos de prestarle algún jugador”, dijo este miércoles en Sport 890 el presidente Juan Pedro Damiani.
Claro que jamás se preguntó cuánto podía valer Mora al momento en que se lo llevaron.
Y luego habló del acuerdo: “En cuanto al pacto de caballeros se llamó a asamblea de presidentes y hablamos de protegernos entre todos. Mora no vino de Defensor a Peñarol, eso sí hubiese sido grave. Los que se rasgan las vestiduras que recuerden cómo a mi padre lo dejaron solo. Que Goicoechea (delegado de Danubio) no me venga a hablar de los pactos de caballeros porque a mí no me va a dar lecciones de moral cuando ellos contrataron a Sergio Leal”.
Y luego habló del acuerdo: “En cuanto al pacto de caballeros se llamó a asamblea de presidentes y hablamos de protegernos entre todos. Mora no vino de Defensor a Peñarol, eso sí hubiese sido grave. Los que se rasgan las vestiduras que recuerden cómo a mi padre lo dejaron solo. Que Goicoechea (delegado de Danubio) no me venga a hablar de los pactos de caballeros porque a mí no me va a dar lecciones de moral cuando ellos contrataron a Sergio Leal”.
Pero los franjeados dicen que antes de incorporarlo pidieron autorización a Peñarol. “¿Dónde está la autorización?”, se preguntó Damiani. “Ah, dicen que dicen. Calavera no chilla pero se calienta. Ya estamos calientes de que los buenos sean de un lado y los malos del otro. Yo soy muy honesto y en el fútbol cero falta”. Y concluyó: “¿Quién dijo que yo me comprometí a no contratar a Mora? Por favor… No es un tema de careos. Yo sé lo que le dijimos a Prato y se lo que le dijo Osvaldo (Giménez)”. Palabra contra palabra.
La directiva de Defensor Sporting se reúne hoy para fijar postura en torno a la situación. Nadie encuentra la salida del laberinto. Claro, como es palabra contra palabra y sin careos. A las palabras, en el fútbol uruguayo, se las termina llevando el viento.
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